El escritor francés y premio nobel Anatole Francois Thibault, sostenía que la búsqueda de conocimientos era una aventura del alma.
Descubrimos el abecedario, nos paseamos por las matemáticas , conocimos de la física y la química, admiramos la historia, nos asomamos a las profundidades de la filosofía, sentimos los encantos de la literatura, nos asombramos ante la riqueza de la biología, percibimos la magia de las nuevas tecnologías y la majestuosidad de la religión; esa fantástica aventura del alma la recorrimos guiados por profesoras y profesores, consagrados y generosos navegantes de los cautivantes mares del conocimiento.
En la interpretación de nuestro devenir, queremos tener más vocación de futuro que nostalgia de pasado. Somos devotos de la creación, y no de la copia y la repetición. Reconocemos los méritos y rechazamos los privilegios, nos apasionan los grandes retos y despreciamos los inermes conformismos. Admiramos la disciplina y la entrega, y compadecemos los acomodamientos fáciles. Nos molestan las desigualdades sociales, nos entristece la violencia y tenemos ansias infinitas de paz y desarrollo.
Buscadores de verdad y conocimiento nuevos expedicionarios de la vida
marchantes de la verdad y buscadores de la felicidad, sólo el saber puede llevarnos al futuro y ser participes de la vida