jueves, 29 de julio de 2010

COMPETENCIA DE ATLETISMO EN IBARRA



martes, 27 de julio de 2010

Antología de aforismos.

ANTOLOGÍA DE AFORISMOS
Siempre que enseñes enseña a dudar de lo que enseñas. J. Ortega y Gasset.
Recurrimos a la televisión para apagar el cerebro, y a la computadora para encenderlo.
"Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.", John Ruskin
"Uno de los principales objetivos de la educación debe ser ampliar las ventanas por las cuales vemos al mundo.", Arnold Glasow
"El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra.", Platón
Nunca consideres el estudio como una obligación sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravillosos mundo del saber.", Albert Einstein
Se aprende más en una noche en vela que en un año de sueño. Lo cual equivale a decir: una paliza
es más instructiva que una siesta. Emil Cioran
Un buen ejemplo ahorra mil palabras.
Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien. Pitágoras.
Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo. Proverbio chino.
Lo más importante para el aprendizaje es lo que ya se sabe. Aristóteles.
Estoy muy contento de vivir entre ustedes, personas jóvenes y felices. Si un viejo estudiante
pudiera decirles unas palabras serían éstas: Nunca tomen el estudio como un deber, sino como la
envidiable oportunidad de aprender a conocer la influencia liberadora que la belleza ejerce en el
espíritu para alegría personal de ustedes y beneficio de la comunidad a la que pertenecerá su trabajo
futuro. Albert Einstein a estudiantes de nuevo ingreso a la Universidad de Princeton

viernes, 16 de julio de 2010

UN DIA EN LA HISTORIA

El 1 de Junio de 1824 una avalancha inesperada bajó por el río Patía con rumbo a Barbacoas. Se trataba de la desesperada tropa que, bajo el comando del indio pastuso Agustín Agualongo, esperaba tomar la ciudad y apoderarse del oro almacenado allí con destino al Ejército del Sur comandado por Bolívar. Al mando de la plaza se encontraba un aristócrata payanés, el coronel Tomás Cipriano Mosquera. Sería la primera y última vez que los dos coroneles, el uno realista y el otro republicano, se enfrentarían en un campo de batalla, pero para ambos, este fugaz pero feroz encuentro tendría consecuencias irreparables.
1. La dilatada y meritoria carrera militar del indio Agualongo
Agustín Agualongo nació en el pueblo de indios de Anganoy, cerca de Pasto, en 1780. Según sus escasos e imaginativos biógrafos, en su infancia y juventud desempeñó diversos oficios propios de su clase y raza, tales como aguatero o pintor de brocha gorda, aunque no falta quien haya intentado “blanquearlo” y mejorar su estatus social: de este modo se ha pretendido metamorfosear al “indio bruto” que describen los generales patriotas, en un gallardo mestizo, dedicado a la pintura artística.
En todo caso, su carrera militar se inició tardíamente y desde abajo: después de los 30 años, en 1811, se vinculó a las milicias realistas para combatir a los revolucionarios quiteños. Desde entonces formó parte de todos los ejércitos realistas que desde el sur de la Nueva Granada se opusieron a la independencia. En 1812 combatió al lado de los negros patianos que recuperaron la ciudad de Pasto de manos de los republicanos y que terminó con el fusilamiento de Joaquín de Caicedo y Cuero y Alejandro Macaulay. En 1813 ya era sargento, y como tal participó en la toma realista de Popayán en 1815. Al año siguiente fue ascendido a teniente, y en 1820, después de la batalla de Guachi pasó a ser capitán. A fines del mismo año le fue confiada la jefatura civil y militar de la ciudad ecuatoriana de Cuenca, cargo que desempeñó cerca de un año. En 1822 participó en la batalla de Pichincha, y luego de la derrota de los realistas, fue licenciado por efecto de la capitulación general decretada por el general Sucre. Volvió a Pasto, que a mediados del mismo año fue tomada por las tropas republicanas al mando de Bolívar, acontecimiento que dio lugar a dos violentas rebeliones populares. En ambas tuvo una participación muy destacada Agualongo, quien a raíz de ello fue ascendido a coronel del Ejército Real.
La primera rebelión antirrepublicana se inició en septiembre de 1822, y fue dirigida por el coronel español Benito Boves. Su resultado fue desastroso para los pastusos, pues fue reprimida a sangre y fuego por las tropas del propio general Sucre en diciembre del mismo año. La forma inclemente en que fueron tratados la ciudad y sus pobladores solo condujo a una paz efímera, pues a mediados de 1823 se inició otro levantamiento, esta vez comandado por el indio Agualongo y Estanislao Merchancano, quienes, contra toda previsión razonable, derrotaron al

desastroso para los pastusos, pues fue reprimida a sangre y fuego por las tropas del propio general Sucre en diciembre del mismo año. La forma inclemente en que fueron tratados la ciudad y sus pobladores solo condujo a una paz efímera, pues a mediados de 1823 se inició otro levantamiento, esta vez comandado por el indio Agualongo y Estanislao Merchancano, quienes, contra toda previsión razonable, derrotaron al general Juan José Flores y se tomaron la ciudad y restablecieron el gobierno realista. Y como si fuera poco, juntaron un ejército que inició una inesperada marcha triunfal sobre Quito, donde esperaban encontrar un importante respaldo político y militar.
La experimentada y exasperada tropa republicana cercó la ciudad, acorraló a los rebeldes, y desató una inicua carnicería que, según los testigos, dejó en el campo más de 800 pastusos muertos.

Bolívar, quien se encontraba en Guayaquil, impaciente por partir hacia Lima, no pudo soportar tanta insolencia, y él mismo se puso al frente del ejército que se encargó de contener a los insurrectos en la ciudad ecuatoriana de Ibarra, que estos se habían tomado sin mayor esfuerzo. La experimentada y exasperada tropa republicana cercó la ciudad, acorraló a los rebeldes, y desató una inicua carnicería que, según los testigos, dejó en el campo más de 800 pastusos muertos, procurando dar cumplimiento al deseo del Libertador de “exterminar a la raza infame de los pastusos”.
Unos pocos rebeldes lograron escapar, y entre ellos Agualongo. Contra toda esperanza, este logró reorganizar los restos del ejército derrotado y, de regreso a Pasto, pudo reclutar algunos refuerzos. Con su menguada tropa sitió nuevamente la ciudad y, aunque finalmente fue derrotado, su tenacidad, su astucia y capacidad militar, llevaron a que el general Santander, encargado del gobierno republicano, enviara a Agualongo y Merchancano una carta conciliadora, ofreciéndoles una paz decorosa. Pero la propuesta fue desestimada y la desigual confrontación continuó hasta mediados de 1824, cuando Agualongo se vio forzado a intentar la toma de Barbacoas, en procura del tesoro allí acopiado para las tropas de Bolívar, y buscando la salida hacia el puerto de Tumaco, con la esperanza de hacer allí contacto con los corsarios realistas, españoles o peruanos.

2. La fulgurante y veloz carrera militar del coronel Mosquera
A diferencia de Agualongo, Tomás Cipriano Mosquera Arboleda nació en Popayán en 1798, en cuna de oro, y como miembro de la más opulenta y linajuda familia de la ciudad. Hijo de José María Mosquera Figueroa y María Manuela Arboleda Arrechea, primos y miembros ambos de linajes con pretensiones de ascendencia real. Tuvo por ello Tomás Cipriano una esmerada educación y la permanente protección y respaldo de su extensa y poderosa parentela. Al parecer hizo sus primeras armas, contra el querer de su familia, en el ejército de Nariño, en 1814. Pero, pese a las veleidades políticas de algunos de sus hijos, la prestancia social y el abultado patrimonio de José María Mosquera, hicieron que tanto los comandantes realistas como los patriotas, quisieran contar con su respaldo. Bolívar no fue la excepción, y cuando llegó por primera vez a Popayán, en 1822, procuró ganarse su amistad haciendo del joven Tomás primero su edecán, poco después su secretario privado, y dos años después, cuando este apenas contaba con 26 años, le confió el gobierno civil y militar de la provincia de Buenaventura. Para ello tuvo que hacerlo teniente coronel a las volandas, pero su apellido lo hacía merecedor de eso y más. Fue en el ejercicio de ese importante cargo que debió ocuparse de recoger el oro acopiado en Barbacoas para el Ejército del Sur. Y fue por eso que, sin estar suficientemente preparado para ello, debió enfrentarse a los desesperados restos del ejército de Agualongo.

3. El fatal encuentro
El 31 de mayo de 1824 se presentó en el puerto de Barbacoas la primera avanzada realista, pero la barcaza en que se trasportaban fue volada de un cañonazo. Al día siguiente el grueso de la tropa insurgente intentó tomar por asalto la ciudad, la cual fue intensamente asediada y finalmente incendiada. No obstante, Agualongo y sus hombres fueron derrotados, y los pocos sobrevivientes debieron contramarchar hacia el Patía. Entre ellos, herido en una pierna, iba Agualongo.
Por su parte, el coronel Mosquera recibió también una grave y dolorosa herida en la mandíbula, que lo obligó a una larga convalecencia y dejó una marca indeleble en su altiva y bien cuidada figura de dandi criollo.


4. El triste epílogo
La diosa Fortuna y la musa Clío suelen darle a cada uno “lo que se merece”, generalmente en puntual concordancia con el lugar que se ocupa en la escala social. Ello quizás nos ayude a entender por qué, mientras el sufrido coronel Agualongo fue fusilado en Popayán, sin mayores consideraciones, el señorito Mosquera fue ascendido en el escalafón militar y burocrático, pues de jefe civil de Buenaventura, pasó a ser Intendente de Guayaquil. Pero ni así pudo olvidar nunca su encuentro con Agualongo, pues pese a los esfuerzos de los más connotados cirujanos de la época, la fractura de la quijada y el agujero en la lengua que sufrió en Barbacoas, lo convirtieron para siempre en “El Gran General Mascachochas”.

viernes, 9 de julio de 2010

TALLER DE LECTO ESCRITURA Y CREATIVIDAD


REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA

Lo importante es tener en cuenta que leer y escribir cobra sentido en nuestra vida – y en la de nuestros alumnos – cuando lo hacemos con un propósito determinado, utilizando diferentes estrategias que deben ser aprendidas a lo largo de toda la escolaridad.
Lo importante es lograr que los alumnos (y por que no los docentes) recuperen el placer por la lectura literaria. Pensemos que si el objetivo que se explicita en nuestro Proyecto Educativo Institucional es formar ciudadanos reflexivos y comprometidos,
la única forma de lograrlo es por medio de la lectura y de la búsqueda para que los alumnos aumenten sus competencias pudiendo leer y entender un mundo que cada día es más complejo
Lo que debemos comprender los docentes de lengua y los de todas las áreas curriculares, es que la lectura y la escritura son complementarias, que se cruzan, se entretejen, se necesitan y se funden.
uando leemos y escribimos ponemos en juego una serie de recursos y estrategias – y no otros- que hacen que ese acto sea único y que tenga importantes consecuencias para el conocimiento
Estas competencias que hay que poner en juego obligan al lector/ escritor a adentrarse en el tejido del texto mismo para hacerlo propio.
No se pueden formar lectores sin que los alumnos lean y mucho.
No se pueden formar escritores si los alumnos no escriben.
Muy pocos se apropian de la lectura y de la escritura sino hay un medio que lo facilite y que lo invite a hacerlo.
Sólo por el contacto con la escritura y la transmisión de los hábitos de lector y escritor darán como resultado lectores y escritores.
Pero nada de esto será posible si el docente no se transforma a su vez, en un lector y escritor de su propia práctica..
Algunas propuestas de trabajo:
 El jugador de ajedrez:
Al planificar las actividades a desarrollar relacionadas con la lectura, el docente debe comportarse como un jugador de ajedrez. Su mirada debe privilegiar las tácticas y las estrategias para poder ganarle la partida al tedio y a la indiferencia de una sociedad que dejó de lado la lectura.
Para ser un buen promotor de la lectura, el docente debe ser poseedor de complejos saberes que tienen que ver con su formación de lector. Promover la lectura es un desafío como en una partida de ajedrez y a la vez significa abrir un espacio para el intercambio. Por medio de esta acción se le da al otro la posibilidad de tener una experiencia única que es el encuentro con un libro.

Un aspecto importante de la lectura al igual que del ajedrez, es reconocer los objetivos que se persiguen con ella. Podemos leer para saber cómo hacer algo, leemos para recordar las ideas más importantes, para escribir o para pasar un buen momento.

Otra posibilidad es leer para escribir. Aquí es importante que después de una producción escrita, el alumno – lector pueda reconocer las huellas que quedaron de la obra literaria en su producción. Pero además, que su producción circule y que no pase a morir en la carpeta.
Sabemos que la lectura debe ser un viaje proyectado y para que dicho viaje sirva sería interesante que el docente lleve un registro de las lecturas del grupo a los efectos de ver la evolución del mismo. Dicho registro debería contener básicamente los siguientes atentos:
a. Datos: Fecha, lugar, características, proyecto en el cual se inscribe la experiencia.
b. Indicios: Gestos y actitudes de los niños, clima grupal.
c. Hipótesis e inferencias: Interpretaciones o supuestos sobre lo que va sucediendo en el aula.
d. Focos de interés: La tarea, las dificultades que aparecen, la resolución de esas dificultades.
Los derechos de los lectores (Daniel Penca):
El derecho a no leer.
El derecho a saltearse páginas.
El derecho a no terminar un libro.
El derecho a releer.
El derecho a leer cualquier cosa.
El derecho al bovarismo (es decir a la emoción adolescente que nos despiertan algunas lecturas).
El derecho a leer en cualquier parte.
El derecho a picotear.
El derecho a leer en voz alta.
El derecho a callarnos.

viernes, 2 de julio de 2010

GUERREROS DE LA LUZ

Un guerrero de la luz estudia con mucho cuidado la posición que pretende conquistar.



Por más difícil que sea su objetivo, siempre existe una manera de superar los obstáculos. Él verifica los caminos alternativos, afila su espada, procura llenar su corazón con la perseverancia necesaria para enfrentarse al desafío.

Pero a medida que avanza, el guerrero se da cuenta de que existen dificultades con las cuales no contaba.


Si permanece esperando el momento ideal, nunca saldrá del lugar; es preciso un poco de locura para dar el próximo paso.

El guerrero usa un poco de locura. Porque en la guerra y en el amor, no es posible preverlo todo.

Etiquetas: Manual del Guerrero P.Coelho

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